jueves, 27 de mayo de 2010

Breve historia de la programación española

Un fugaz repaso a la programación televisiva de los últimos diez años es más que suficiente para constatar que las series de ficción viven un momento de auge en nuestro país, sobre todo en lo referido a la comedia. Aquí no hay quien viva, 7 vidas, Los Serrano, Escenas de Matrimonio, Los Hombres de Paco, Cuestión de Sexo, Camera café, La Familia Mata o Aída…son algunos de los exponentes más claros de la querencia del público español por esta forma de entretenimiento, que copa las horas televisivas más rentables. La comedia será siempre un género agradecido para el espectador. Es fácil de digerir, ayuda a olvidad preocupaciones cotidianas y permite abordar conflictos universales desdramatizándolos y pasándolos por el túrmix de lo humorístico para poder digerirlos mejor. La risa es un ejercicio sano, necesario y el Prime Time siempre ha recurrido a ella para mejorar las vidas de los telespectadores y, de paso, hacer dinero.

Los enormes beneficios que generan estas producciones han captado el interés de televisiones, productoras, actores y guionistas, lanzados a una búsqueda enconada del gran éxito que atrape a millones de telespectadores cada semana frente al televisor. Pero esta búsqueda se hace casi a ciegas. Pocos podrían asegurar poseer un conocimiento certero de los factores que determinan que una serie triunfe entre los espectadores. De hecho, son innumerables las apuestas que, en los últimos años, se quedaron por el camino: Gominolas, Javier ya no vive solo, A Medias, Ellas y sexo débil, Con dos Tacones, London Street, Tirando a dar, La Sopa Boba, Moncloa dígame, A tortas con al vida, Paco y Veba, Divinos, Los 80, Casi perfectos…

Si es verdad, que muchos de estos éxitos están repetidos, son clónicos. Las ideas dan miedo. Resulta difícil de creer con el gran abanico de posibilidades que se puede llegar a encontrar, pero las ideas asustan, y sobre todo cuando llevan de la mano un nuevo paso hacía delante no probado antes. En el medio televisivo una idea es lo peor que uno puede tener. Inventar algo original, sobre todo si es diferente de lo que ya existe en el mercado, es peor que si la policía te encontrara en un bolsillo una bomba de relojería, o si el médico te diagnosticara una enfermedad infecciosa.

Hoy en día una idea carece de valor salvo que vaya acompañada de una importante productora, un socio capitalista o la recomendación de un miembro del partido en el poder. 

Muchas veces, en el mundo de las series españolas se confunden los conceptos inspiración, adaptación, remake y plagio. Lo que iban a ser remakes terminan siendo inspiraciones, las inspiraciones plagios y los plagios, abortos. Pepa y Pepe era Roseanne, Lex era Boston Legal filmada para el Cinexin y Ellas y el sexo débil, el Sexo en Nueva York obregónico.
Así se han dado numerosos litigios en nuestro país entorno a esta causa. En la actualidad sin ir más lejos, Sony Pictures estudia demandar a Acusados por supuesto plagio de Damages. La serie de la productora Ida y Vuelta tiene un parecido asombroso a la famosa serie americana.
Como dice Bernard Shaw: las personas sensatas se adaptan al mundo. Los insensatos pretenden que el mundo se adapte a ellos. El mundo progresa gracias a los insensatos.

Vivimos inmersos en una época de convulsión audiovisual. Las nuevas tecnologías se imponen lenta pero indefectiblemente. Internet, los programas “peer to peer”, “You Tube”, la TDT, las plataformas digitales, el “video on demand”, los ligeros dispositivos portátiles de almacenamiento de datos o de reproducción de vídeo, y la accesibilidad y abaratamiento de los sistemas de grabación y edición están cambiando la manera de transmitir y consumir televisión. Hoy, se emite un capítulo de House en un canal americano y al día siguiente cientos de miles de personas por todo el mundo lo descargan en sus ordenadores o reproductores portátiles, con subtítulos traducidos a una velocidad record por otros internautas desinteresados que se dividen el trabajo, y que colaboran así a la universalización de su serie favorita.

Sea cual sea el futuro de la industria audiovisual, es innegable que la multiplicidad de canales emisores y la mayor capacidad de transmisión y almacenamiento redundará en una mayor demanda de contenidos que permitan no sólo rellenar todo ese nuevo espacio, sino que lo hagan, además, tratando de apoderarse del público publicitariamente más atractivo, o sea el de nivel cultural y económico más alto, lo cual implica productos más pensados, más inteligentes, más adultos y complejos, también por supuesto en comedia.

La comedia es un género puramente televisivo, en gran parte por simples factores económicos. Una producción televisiva debe ser rentable, y para ello, debe vigilar sus costes. Y no resulta sencillo crear treinta, cincuenta o setenta minutos de ficción semanal con presupuestos cuatro o cinco veces menores que en el cine. Hay que rodar rápido, iluminar rápido y escribir rápido. No hay apenas dinero para exteriores, efectos especiales, ni secuencias de acción, así que no pueden ser ésas las bazas con las que se intente atrapar al espectador. Si la comedia es el género rey de la televisión es porque su éxito depende de la capacidad de entretener y hacer reír al espectador, y eso, a su vez, tiene que ver caso exclusivamente con dos factores: guión e interpretación. Da igual que la iluminación de Aquí no hay quien viva fuera plana y monótona, o que nadie se crea que la calle que vemos en Aída es realmente un exterior. Lo importante de estas comedias, y lo que las ha convertido en grandes éxitos, es que hacen reír al espectador. Y lo hacen. Las audiencias no mienten. Tve lidera la competición por el share, con una media de un 20 %, Tele 5 le sigue de cerca con tres puntos menos, Antena 3 se sitúa con un 16,8 % y por último La Sexta y Cuatro poseen un 7.4 % y un 7% respectivamente.



La guerra por las audiencias no es nueva, pero si bien en la actualidad se ha endurecido notablemente, antes (en la transición, los primeros años del PSOE) a la televisión le importaban los telespectadores y una de sus funciones era servir de enlace entre ellos y los profesionales del medio para desarrollar su creatividad. Tanto los responsables de las televisiones públicas como de las privadas se han convertido en los más castrantes ejecutores de toda iniciativa de este género, dispuestos a destruir cualquier destello de imaginación, decapitándolo sin piedad y se han transformado así en la actualidad, en meros gestores financieros vasallos de las agencias publicitarias y en los mayores censores del reino. La consecuencia es que a los profesionales que podrían hacer una buena oferta creativa se les mantiene anclados sin otra opción que la de convertirse en simples trabajadores.

El mercado lo van monopolizando unas cuantas microempresas bien situadas que producen en serie para distintas cadenas, incluso al mismo tiempo, con escasa preocupación por los telespectadores pero siempre dispuestas a doblar la cerviz entre las opiniones y criterios de quienes las contratan.
En la actualidad se vive pendiente solamente de los rating, del share y de otras palabras anglosajonas que vienen a significar que hay que ir necesariamente por la senda que marcan los magnates a costa de lo que sea.

En una televisión pública se consideraría una buena medida obtener un tiempo útil (el que se emite, no el bruto k es el k se graba) de grabación en vídeo de unos 20 o 30 minutos. Una productora privada pretenderá duplicar el tiempo útil de grabación para obtener un mayor resultado reflejado más tarde en los beneficios. 

De lunes a viernes se programa en bandas horizontales. O sea, se emiten los mismos espacios a diario y a la misma hora, perfectamente divididos por sectores de audiencia. Las series en nuestro país se distribuyen en dos franjas claras, con ideas preconcebidas para ellas, una por la tarde, cuando las cadenas se pelean por ese exquisito y fiel público que son los adolescentes y efectúan guerras de contraprogramación (este último año con casos como Dieciocho) y otra en el llamado prime time que se abre paso con el informativo de las nueve. De este último han desaparecido prácticamente las producciones cinematográficas, que han dado paso a una lucha de Sitcons cada noche en nuestras pantallas. Series combinadas con algún que otro reportaje, y aderezadas algunas horas a la semana por el Reality show de turno.

Los fines de semana se altera considerablemente la programación, se pasa a hacer esta en franjas verticales, cada día sus propios programas sin relación con los del día anterior ni con los del siguiente. Hay que tener en cuenta que tanto el sábado como el domingo hay ante la pantalla un público diverso no tan fácil de encasillas como de lunes a viernes. En resumen las series se reservan para los horarios de máxima audiencia tras la cena, entre diario y con toda la familia frente a la pantalla el televisor.

A menudo los ejecutivos de televisión, desarmados ante el reto de valorar aspectos creativos o narrativos, especulan sobre encuestas de opinión y ranking de audiencia, creyendo que unos datos numéricos bien desentrañados puedes esconder la piedra filosofal del éxito. Y, ciertamente, una buena estrategia comercial ayuda a encauzar una producción, pero no es suficiente si no va acompañada de una apuesta por los contenidos. A la hora de elegir las nuevas producciones por las que apostará una cadena, muchos de estos ejecutivos temen ver peligrar sus puestos de trabajo defendiendo un proyecto no fundamentado en patrones ya testados, y prefieren apostar por la repetición de pretéritas fórmulas exitosas en lugar de arriesgarse con ideas narrativamente más audaces, mucho más difíciles de defender ante un eventual fracaso. Mientras tanto, los guionistas, el principal capital creativo humano con capacidad para aportar alternativas serias, se mantienen atrincherados en las productoras esperando su momento de catarsis creativa. Pero las productoras no son sino proveedoras que sobreviven vistiendo sus productos según los patrones diseñados y cortados por las cadenas Así, creativos y guionistas con ganas de demostrar sus talentos deben conformarse con presentar una y otra vez proyectos convencionales que las cadenas demanda, y no necesariamente aquéllos que, según su propio criterio, podrían llegar a satisfacer las exigencias de un público cada vez más crítico.
Por otra parte, la competencia es cada vez mayor, pues nos vienen dadas de fuera cada vez con mayor velocidad e inmediatez (gracias a youtube, seriesyonkis, cinetube) comedias atrevidas que rompen la frontera entre productos televisivos y cinematográficos, tanto formal como narrativamente, productos como Mujeres desesperadas, My name is Earl, Sexo en New York, How meet your mother, o la finalizada recientemente Lost…

Se trata de productos muy cuidados, que son extremadamente difíciles (por no decir imposibles) de producir en nuestro país, debido a sus altísimos presupuestos. Para hacernos una idea, el episodio piloto de dos horas de Lost costó, aproximadamente, diez millones de dólares, el segundo cinco. También es verdad que es una de las más altas producciones de pilotos en televisión de la historia, pero equivale al coste de una serie completa como Siete Vidas en nuestro país. Los Soprano, a su vez cuentan con un presupuesto de unos dos millones por capítulo. Pero aún así, el éxito de las series norteamericanas tiene que ver, más que con el respaldo económico con el que cuenta, con el hecho de que sus creadores hayan asumido la necesidad de centrar sus esfuerzos en lo realmente importante: contar buenas historias y no dejar de sorprender al espectador. La única ventaja que tienen las series nacionales frente a las extranjeras radica en su cercanía, en la capacidad que tienen para contar historias que están en la calle. Ésta es la principal causa de que la ficción televisiva española triunfe en la programación frente a productos foráneos de mayor calidad. Esto lo representa bien Telecinco, que gana todos los combates en este frente (aunque tve está remontando en este aspecto con formatos como Pelotas), sólo ella combina de forma equilibrada las producciones españolas con las estadounidenses. En el polo opuesto está Cuatro y La Sexta que apuestan poco por el producto nacional y sacan partido de las series estadounidenses, que les han dado muy buenos resultados. Daniel Gavela, director general de cuatro a pesar de esto es ambicioso y valiente y quiere programar nuevos productos para mejorar sus índices de audiencia -anclados en el 8% y conseguir llegar al 10%- a pesar de reconocer hace escasos días en un acto celebrado en la Universidad CEU San Pablo que “una cadena que no tiene margen para el error, lo tiene difícil”.

La Sexta, se mantiene al margen de la “Gran Guerra” y libra su propia batalla. La emisora de Emilio Aragón sólo lleva cuatro años emitiendo -cumplidos el pasado 27 de marzo- y en este tiempo ha pasado de registrar unos índices del 0,2% en abril de 2006 a liderar la jornada del once de abril gracias al duelo por antonomasia del fútbol español, el FC Barcelona y el Real Madrid, que se saldó con un 50% de share para la cadena. La privada logró reunir a cerca de nueve millones de aficionados (8.800.000) durante el encuentro. Si bien es verdad que los índices medios rondan el 7%. 

La cadena privada más joven del panorama nacional este mes de mayo cuenta con el estreno de dos pesos pesados, las dos últimas temporadas de Urgencias y la novena de Padre de Familia y uno pluma, la última de The Unit, que solo está consiguiento un 3%. 

Como hemos podido ver, La Sexta y Cuatro han hecho importantes desembolsos para comprar series de éxito en EE.UU., como Prison Break o Me llamo Earl. También dispone de series de animación como Padre de Familia o Futurama.

En España, las cadenas generalistas consideraban que un programa era rentable cuando obtenía una cuota de pantalla superior al 20%. Con la llegada de Cuatro y La Sexta todo cambió (como bien anunciaba el eslogan de esta última). Ahora, con la fragmentación de audiencias, las emisoras pueden mantener productos que alcancen índices más bajos. Una de las batallas más intensas por ganarse a los espectadores se libra en el terreno de la ficción, como ya hemos visto. En este campo, la desigualdad entre las producciones españolas y las estadounidenses es notoria. Así lo evidenciaba Daniel Écija, socio fundador de Globomedia y productor de series como Los Serrano, Aída y Los hombres de Paco.

En Cuatro buscan formatos de ficción mucho más arriesgados, no costumbristas, pero sí de proximidad, nada que ver con los fracasos de Suárez y Mariscal, 7 días al desnudo o la fallida Amistades peligrosas, que según la cadena eran "simples pruebas". Con Cuenta atrá', la serie que protagonizó Dani Martín (líder del grupo por ECDL), sacaron la artillería pesada, y consiguieron ganar alguna que otra batalla. El día de su estreno logró obtener un sorprendente 19% de cuota de pantalla, pero su share medio se quedó en un 13,5%.

Y es que los datos medios de audiencia son como la prueba del algodón. No engañan. 

En el 'prime-time', House, el buque insignia de Cuatro consigue unos índices medios de audiencia del 13% (el año pasado tenía un 19.1 %), mientras Los hombres de Paco, se igualan al médico irónico. Quién iba a decir que una serie que ha conseguido llegar a picos de audiencia de casi el 30%, ahora tenga que anunciar su cierre a causa del desplome de su audiencia. 

Ya le afectaron notablemente la partida de personajes protagonistas como Hugo Silva o Adriana Ozores, pero esta temporada el desplome ha sido catastrófico. La incursión de tramas satánicas ha hecho perder fuelle a una comedia que se ha mantenido 6 temporadas en antena con las máximas audiencias y que ha sido referente en nuestras pantallas.

Antena 3 -a pesar de sus actuales malas cifras- siempre ha apostado fuerte y se ha llevado el gato al agua. Series diferentes como El Internado, que desde su aparición en pantallas ha conseguido una media de un 25% de share o Física y química le reportan muy buenos beneficios.

Telecinco tampoco se anda con chiquitas en el horario nocturno y arrasa. La cadena de Paolo Vasile es la única capaz de plantar cara a las series americanas. Pero es que además, las series extranjeras que emite, son las más rentables: CS' -en todas sus modalidades- tiene unos índices de audiencia envidiables. CSI Las Vegas -que ya va por la novena temporada- lleva la delantera a sus hermanas con cuotas del 29,1%, le siguen CSI Nueva York con un 28,4% y CSI Miami, que terminó la temporada en febrero con un 27,6% de media, eso sí, con reposiciones de capítulos anteriores. Los registros del resto de las series de Telecinco también son muy buenos: Aída que consiguió reunir casi 6 millones de espectadores la cada domingo junto al televisor la temporada pasada, ahora está de capa caida y tan solo obtiene un 16% (unos 3 millones de espectadores). Hospital Central, en su temporada número 18 también ha tenido un cambio drástico. De un share medio del 23,2% el año pasado a un 15.1% y la nueva Sit-com, “Escenas de Matrimonio” (de Miraron Mendi y José Luis Moreno)ha arrasado desde que fue emitida por primera vez. En la primera temporada ha tenido 3.889.000 de espectadores y un 23,1% de share, aunque si es verdad que ha sido sufridora de los cambios de la propia cadena para rescatar con su buena audiencia las sobremesas.

El reto de Telecinco hace escasamente un año era rescatar las sobremesas, para ello utilizaron Escenas de Matrimonio, que sufrió los cambios de horario continuos dado que no reportaba el beneficio esperado. En esa búsqueda desesperada, la cadena privada dio a luz a Salvame, el programa de corazón que actualmente lidera la primera hora de la tarde con un 18% de share, y ha conseguido así el objetivo propuesto por la cadena de Vasile que tuvo que recurrir a su colaboradora “estrella” Belén Esteban para intentar reflotar los medio días. Parece ser que la telebasura es el colchón de las bajadas empicadas de audiencia.