martes, 8 de junio de 2010

Una guía rápida de lo que encontrarás en este blog



LA EDAD DE ORO DE LAS SERIES
Introducción
1. El por qué de tantos minutos televisivos engullidos



Desarrollo:
 Made in Spain



2. Gigantes y cabezudos: las productoras. El punto de partida
3. Breve historia de la programación española
4. Collejas, médicos y una de barrio: 7 Vidas
5. Collejas, médicos y una de barrio: Aida
6. Collejas, médicos y una de barrio: Hospital Central
7. Network
8. Convulsión en los medios

 

Made in USA

9. A la sombra de las grandes series americanas
10. El gran fenómeno de los últimos seis años: Perdidos

Conclusiones:

La opinión de los expertos. Entrevista a dos bandas

11. La actriz Arantxa de Juan y su compañero Pablo Viña
nos hablan sobre su experiencia
y sobre el panorama actual español

12. Conclusiones y comentarios añadidos


El por qué de tantos minutos televisivos engullidos

La imagen incide tanto en la existencia que llega a resultar más real que la existencia misma . Por eso quizás nuestra sociedad no haga más que engullir minutos televisivos, olvidando y perdiendo así parte de la existencia propia.
Vemos la televisión porque tenemos miedo, porque tenemos ansiedad, porque no tenemos dinero para hacer otra cosa, porque nos aburrimos, porque estamos frustrados, en definitiva, para huir de los problemas.

La televisión entra en el hogar, de forma simple, cómoda y barata, el gesto de conectarla al llegar a casa se convierte en un acto casi reflejo.
La imagen capta la atención poniendo en juego todos los sentidos, dócilmente entregados a la percepción de lo que se les está ofreciendo.

En cuanto a números, la diferenciación de la televisión frente a otros medios es clara. Domina el primer puesto en nuestro país, marcada por dos puntos álgidos en 1997 y 2004. En los últimos años el porcentaje de penetración ha ido cayendo desde este segundo punto (2004.-90.7%) a la actualidad (2009.- 88.5%) .

La televisión es vista al día por casi el 35% de la población española . No es de extrañar, por tanto, que las cadenas se peleen cada día por obtener el mayor share posible. Todo lo que se emite se hace realidad y tendencia en el mismo momento de ser expuesto al gran público. Esto explica los fenómenos fans tan agudizados con ciertos realitys en los últimos años, algunas formas de vestir y sobre todo la identificación de la población con los estereotipos televisivos.


Hablamos de un medio muy eficaz, pero hay que tener en cuenta, que esto representa un arma de doble filo. Los españoles pasamos al día una media de 229 minutos frente al televisor. Todo aquel que se dedique a la realización de este medio debería de ser lo suficientemente sensato como para asumir la responsabilidad de lo que puedan llegar a sentir y pensar millones de personas expuestas a sus propias ideas. El problema comienza cuando esto no es así, y lo único que se busca es un producto bonito, llamativo y que genere oleadas de expectación en cada minuto de emisión.

Si bien es verdad, que la televisión como cualquier otro medio es generador de opinión. Debe exigir al público también ciertas dosis de sentido común. La sensatez debe ser compartida.

Gran parte de los 227 minutos de media que ven los espectadores al día, está ocupado por series. Lo bueno de las series televisivas es que interrumpen las emociones, en el sentido en que uno de sus elementos fundamentales consiste en dejar en suspenso al espectador durante un cierto tiempo (puede ser un día, puede ser una semana, dependiendo de la programación que se haga), de tal forma que la serie tiene que conseguir que ese espacio de tiempo esté cubierto por las expectativas, por el suspense que genere esta. Lo cual tiene que nacer de una especial habilidad de su estructura narrativa. Las series de televisión se sustentan en que esa emoción se interrumpa, en que se abra esa suspensión. Y además se adecuan en su formato, como ningún otro medio, al lenguaje y la estructura televisivos.

Este medio tiene sus propias características como cada medio, sus propios formatos, sus propios productos, pero entre todos ellos son las series las que cumplen mejor el requisito de ser una creación idónea y específica de la televisión. Hablamos de emociones en un sentido muy amplio.

Las series con todos los precedentes que queramos (desde los folletines decimonónicos hasta los seriales de radio como precedente más directo y cercano a las series televisivas), han sido las que han creado realmente la televisión como espacio autónomo de expresión, como manera propia de desarrollarse narrativa y estructuralmente porque suponen lo más cercado al discurso televisivo. Los motivos, por tanto, de esta identificación serie/televisión, son lingüísticos y estructurales.
Las series en general son el tipo de programación que más abunda en el flujo televisivo, precisamente porque responden a dos características básicas, un lenguaje clásico y la posibilidad de un discurso publicitario que vaya insertado dentro de las interrupciones que toda serie contiene en el interior de cada capítulo, y evidentemente, entre capítulo y capítulo.

López Pumarejo añade un carácter sociológico y más anecdótico a esta afirmación, según el cual la serie y la telenovela procesan la existencia humana de manera que resulte más accesible y, a su vez, menos comprometedora que en la vida cotidiana: la ventana de fisgoneo al vecino pierde importancia, sobre todo e la sociedades industrializadas, frente al televisor: lícita ventana de cotilleo a un vecindario electrónico. En otras palabras, que todos somos unos cotillas, todos somos unos “voyeurs”. Antes teníamos que fisgar a través de las ventanas a nuestros vecinos y ahora las telenovelas, las series, la ficción, nos traen esas mismas vivencias de estos sin el peligro de que nos descubra, viendo libremente la ficción televisiva.

Sin embargo, cuando se habla de la palabra “serie” se encubre bajo este término una auténtica jungla de conceptos que conviene clarificar. En estos casos lo mejor es utilizar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el cuál señala como definición: “conjunto de cosas relacionadas entre sí y que se suceden unas a otras”. Hay que tener claro por tanto que la idea de repetición, de continuidad y de coherencia es básica. Hay una subdiferenciación. Serie se puede entender como lo que tradicionalmente se llamaba telefilme (estructura narrativa fija que se repite cada episodio con un protagonista y lugares comunes. La narración inicia y acaba su trama en el episodio. Admite, sin embargo, variaciones que se mueven entre la miniserie y el serial).

Se puede hablar también de comedias de situación . Son comedias generalmente grabadas en estudio y habitualmente de menos duración. Es un modelo narrativo que gira en torno a cuatro o cinco espacios escénicos estables, con tramas que concluyen en cada entrega. Un decorado, los personajes que se repiten y una situación que es la que define el contenido de cada capítulo.

Un Serial o telenovela sería una producción de dilatado número de entregas, en que la narración abierta se prolonga a lo largo de los episodios y mantiene diversas acciones que se pueden complicar ilimitadamente . Se trata de un relato continuado, de tal forma que a lo larga de muchísimo tiempo se va viendo la evolución de determinados personajes con unas historias paralelas a lo largo de él.

Por último, se puede hablar del concepto de miniserie, muchas veces utilizado falsamente como serie en general, que es un concepto moderno que se acuña a partir de los años setenta, donde una dilatada narración se divide en diversas entregas. Un factor importante en estas, es el relativo a ese número de episodios. Serían como largas películas fragmentadas por las necesidades del flujo televisivo.

Hay otras derivaciones como el spin-off(al que nos referiremos posteriormente en este trabajo). Concepto que es elaborado a partir de determinados personajes menores de una serie que por su popularidad generan una serie propia. Es el caso de la famosa Aída en nuestro país (proveniente de la éxitosa 7 vidas), o la de Joey en EE.UU (spin-off del famoso personaje de Friends).